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Ionesco, con «La Cantante Calva», no solo fue crítico con el teatro de bulevard que se estaba haciendo en Paris en 1950 sino, también, con su Sociedad. Los personajes de la obra no son capaces de comunicarse entre ellos. Son como muñecos encerrados en la vida. Ni los seis personajes que intervienen, ni los elementos escénicos tienen el menor viso de realidad. Fue la primera obra considerada dentro del género del absurdo.